lunes, 14 de junio de 2010

La herencia de la revolución verde


De la revolución verde heredamos mucho mas que agrovenenos, monocultivos y campesinos sin tierra. También heredamos una racionalidad, una forma de pensar. La revolución verde no es otra cosa que la extrapolación de la revolución industrial al ámbito de la agricultura. De esta manera, en la revolución verde se concibe al agroecosistema como una fabrica de alimentos. Se reduce toda la complejidad interna del sistema a un proceso de producción en serie: entra energía desde el sol, esta es captada por las plantas, para luego ser trasferida al ganado…fin del sistema.

Esta es una interpretación mecanicista del agroecosistema, que se fundamenta en la creencia de que éste no es mas que la sumatoria de un conjunto de elementos individuales. En el marco de la revolución verde, el análisis es llevado a cabo disectando el sistemas en partes y estudiando cada una por separado. El contenido de nitrógeno, la genética de la planta, los problemas de plagas, son analizados y manejados por separado. Es una racionalidad reduccionista.

El epítome de esta aproximación la encontramos en la ley del mínimo de Justus von Liebig. Esta es la regla que orienta todas las decisiones del técnico agrícola. El reinado de esta ley se extiende mucho mas allá de la fertilidad del suelo, su enfoque simplista abarca todo el sistema. Fertilizamos con urea si hay deficiencias de nitrógeno, fumigamos con agrotóxicos si existen problemas de plagas, utilizamos reguladores de crecimiento para los problemas fisiológicos. Si algo falta, lo incorporamos. Elemento por elemento, cada uno es atendido - solucionado por separado. Corolario: La producción solo esta limitada por el componente que presente problemas.

Este enfoque, centrado en los elementos, desconoce las interacciones. Un agroecosistema es un ecosistema, no una fabrica. En el operan los mismos mecanismos y procesos que en cualquier otro ecosistema. Reducir su complejidad a la enumeración de un conjunto de partes, nos hace incapaces de entender las propiedades que emergen de las interacciones. Mientras mas avanza el estudio de la Agroecología, mas evidentes se hacen las limitaciones propias de la aproximación epistemológica de la revolución verde.

En este sentido Katja Poveda, María Isabel Gómez Jiménez y André Kessler nos muestran, en un muy interesante artículo, las sutilezas que las interacciones entre los elementos del agroecosistema pueden tener. Estos investigadores han estudiado los detalles de la interacción entre la polilla guatemalteca (Tecia solanivora) y la papa (Solanum tuberosum). Recordemos que la polilla guatemalteca es considerada una de las plagas mas importantes en el cultivo de la papa. Esta situación, en el marco de la lógica reduccionista de la revolución verde, ha llevado a la inevitable conclusión de que la mejor estrategia con respecto a la polilla es su erradicación. Sin embargo, como elegantemente nos muestran Poveda y colaboradores, la situación puede ser mucho mas compleja.

De acuerdo a observaciones hechas por el grupo de Poveda con anterioridad a la realización de la investigación, las plantas de papa cuado son atacadas por la polilla pueden a producir mas. Esto sin lugar a dudas es algo contradictorio, pero evidentemente muy interesante.

Para comenzar Poveda y colaboradores realizaron experimentos de campo en varios pisos altitudinales de los andes Colombianos. En estos experimentos los investigadores compararon las cosechas (de tubérculos sanos) de plantas que presentaban diferentes porcentajes de daño. Aquí aparece un resultado asombroso, las plantas que presentan de 1-10% de daños, reportan cosechas 2,5 veces mayores a las obtenidas de plantas sin daños (ver siguiente figura). Mas aun, plantas con 21-30 % de daños e incluso con 31-50% de daños presentan rendimientos iguales a las papas con cero daños.



Este es, sin lugar a dudas, un resultado sorprendente que como mínimo nos debería llevar a replantearnos los valores de los umbrales económicos de infestación utilizados para esta especie. Luego Poveda y colaboradores obtuvieron resultados similares en experimentos desarrollados en invernadero: las plantas atacadas por la polilla presentan rendimientos dos veces superiores a los encontrados en plantas sin polillas.

Finalmente los investigadores fueron capaces de identificar el agente responsable de los incrementos en la cosecha. Para hacer esto, realizaron experimentos en los cuales probaron los efectos de tratamientos consistentes en la aplicación directa a los tubérculos de: heces larvales diluidas, regurgitado larval diluido, agua destilada y un control absoluto. En estos experimentos se encontró que el regurgitado larval es el responsable de la respuesta de sobre-compensación observada en las plantas (ver siguiente figura).


Lo realmente importante de este trabajo es que nos muestra como la interacción entre una planta y un insecto fitófago puede tener efectos favorables en la cosecha. Esto ocurre mediante la interacción del regurgitado larval con la fisiología de la planta. Es posible que esta sustancia actúe como un inductor del metabolismo primario y del traslado de los metabolitos a los tubérculos. Estas interacciones complejas entre la planta y el insecto no pueden ser explicadas en el marco de la lógica reduccionista de la ley del mínimo. Bajo esa lógica simplista, un fitófago solo puede tener efectos negativos en la planta. Poveda y colaboradores nos muestran que la realidad puede ser mucho mas compleja. Nos enseñan que las interacciones pueden trascender lo evidente, que pueden afectar la fisiología de la planta a un nivel imposible de interpretar en el marco del reduccionismo. Estos resultados son fácilmente comprensibles cuando se transciende el reduccionismo y se interpreta la relación entre la planta y el insecto desde un punto de vista coevolutivo.

Estos resultados también nos muestran el alcance real del manejo ecológico de plagas. Este manejo se fundamenta en el diseño de agroecosistemas con mecanismos de autorregulación de las densidades poblacionales de ciertas especies. En términos convencionales, esto es llevado a cabo para que el sistema mimetice la red de interacciones ecológicas de un sistema natural. De esta manera, la topología de las interacciones ecológicas en el agroecosistema resulta en la regulación natural de las densidades de las especies con potencialidad de convertiste en plagas. Es decir, en este esquema no se plantea eliminar especies, sino incluirlas en sistemas que mantengan controladas sus densidades. Sin embargo, los resultados de Poveda y colaboradores nos muestran que el efecto final de un diseño agroecológico puede ir mas allá del manejo de plagas y estimular la producción.

Desde que leí este interesante trabajo, no he dejado de recordar algo que me decía hace mucho tiempo atrás un viejo indígena cuando visitábamos su cultivo. El viejo Seso me decía (cuando yo le señalaba alguna planta atacada), que no me preocupara, que el sembraba para el gusano y para el. Esta siempre me pareció una posición sabia, de respeto a la naturaleza. Pero ahora entiendo que Seso y la sabiduría ancestral representada en el, tal vez conozcan sutilezas que son invisibles para nosotros. Es posible que los sistemas ancestrales de cultivo, resultado de la coevolución entre las sociedades autóctonas y sus ecosistemas locales, utilicen mecanismos ecológicos aun desconocidos para la ciencia. Sistemas que no solo disminuyen los problemas de plagas, sino que incrementen las cosechas y… ¿quien sabe cuantas cosas mas?.

Poveda, K. Gómez Jiménez, M.I. Kessler, A. 2010. The enemy as ally: herbivore-induced increase in crop yield. Ecological Applications e-View. doi: 10.1890/09-1726

1 comentario:

Maria José Payá dijo...

Gracias por tu post. Pese a que me he especializado en agroecología no me había planteado nunca que los fitófagos pudiesen tener un papel benéfico en las cosechas.
Es fascinante y maravilloso.

Un abrazo.