Entre el 29 de noviembre y el 10 de diciembre de 2010 se llevó a cabo en Cancún, México, la Decimosexta Conferencia de las Partes (COP16) de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, la cual comprendió la sexta Conferencia de las Partes del Protocolo de Kyoto (CMP6). A pesar de ciertos forcejeos que marcaron el desarrollo de las discusiones, la conferencia concluyó con un acuerdo firmado por casi todas las delegaciones de los estados participantes con la sola excepción de Bolivia.
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El acuerdo (en realidad debemos llamarlo imposición) ha sido celebrado por variados actores que van desde las representaciones de China y los Estados Unidos hasta voceros de la banca internacional, compañías petroleras, empresas consultoras y ONGs financiadas por el gran capital transnacional. No obstante, en realidad se trató de un segundo acto de la burda comedia urdida en Copenhague hace un año por los amos del mundo, que ignora por completo los aspectos más importantes involucrados en la crisis climática actualmente en pleno desarrollo en nuestro planeta.
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El acuerdo de Cancún no establece compromisos vinculantes, no asegura en la práctica la vigencia del Protocolo de Kyoto y deja abierta la posibilidad real de un incremento de 5 grados centígrados en la temperatura promedio del planeta en los próximos veinte años con un aumento incontrolado de los niveles de emisiones de gases de invernadero.
La trampa de Cancún se diseñó en un marco de segregación de los movimientos sociales, con una reproducción de los esquemas excluyentes de negociación de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y una negación de plano de los principios de la Justicia Climática aprobados en la “Conferencia de los Pueblos sobre cambio Climático” realizada en Cochabamba el año pasado. Agreguemos a esto el hecho de que lo acordado en Cancún favorece la emergencia de leyes internacionales de carácter autoritario y mercantil, al tiempo que entrega al capitalismo más salvaje la gestión de procesos que involucran la vida y el hábitat de miles de millones de seres humanos.
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En este sentido resulta emblemática la creación de un Fondo Verde administrado por el Banco Mundial (iniciativa que fue promovida por los EEUU, la Unión Europea, Japón y el propio Banco Mundial). Este fondo, que funcionará bajo la tesorería del BM, estará conformado por los US$ 30 mil millones (hasta el 2012) y US$ 100 mil millones (de 2012-2020) anuales prometidos en la Cumbre de Copenhague por los países ricos. Sus auspiciantes elogian la creación de este fondo como una ayuda para socorrer a los pueblos afectados por los efectos del cambio climático. Pero en realidad se trata de otra cosa muy distinta. Actualmente, de los US$ 30 mil millones anuales, prometidos en Copenhague, se hizo efectivo apenas US$ 7.9 mil millones, de los cuales el 42% (US$ 3.3 mil millones) serán canalizado a través del Banco Mundial, y el 47% (US$ 3.7 mil millones) se aplicará a través de préstamos, lo que supone un mayor endeudamiento para nuestros pueblos. ¡Solo el 1% de dicho aporte ha sido comprometido para el Fondo de Adaptación a cargo de las Naciones Unidas!
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¿En qué medida se interesa el Banco Mundial en la mitigación y/o adaptación climática? Veamos: entre 1992 y 2004 este organismo multilateral, aprobó más de US$ 11 mil millones en préstamos para más de 120 proyectos de combustibles fósiles, (20% de sus emisiones bancarias actuales). Solo entre 2007 y 2008, financió otros US$ 7.3 mil millones en proyectos de combustibles fósiles (sin incluir los préstamos para políticas y agentes financieros intermediarios del sector de combustibles fósiles). En este período, también financió US$ 5.3 mil millones para energía renovable y eficiencia energética, no tanto por el cambio climático, sino porque el petróleo se agota.
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En Cancún se consagran los REED (Reducción de Emisiones por Deforestación) como mecanismo para mitigar Gases de Efecto Invernadero (GEI). Los mercaderes de carbono nos dicen que la deforestación es la responsable del 20% del cambio climático. En consecuencia, en buena medida, este problema se podría resolver plantando árboles, porque sólo el 80% del cambio climático sería responsabilidad de los hidrocarburos. Pero esta es una gran falsedad. El CO2 liberado por la deforestación es parte del total del CO2 existente en la atmósfera de la Tierra. Por tanto, será reabsorbida en la medida que hayan árboles. Pero, el CO2 liberado por la quema del petróleo es un añadido extra que se incorpora a la atmósfera. Proviene de las profundidades del sub suelo (sabiamente encapsulada por la Tierra). No hay bosque que tenga la capacidad de absorber el CO2 proveniente del petróleo. El CO2 petrolero no es asunto de bosques.
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Se podrían comercializar todos los bosques del planeta, pero no se podrá revertir el cambio climático. En el fondo el programa de los REED busca mercantilizar los bosques y el aire para oxigenar con capitales frescos al maltrecho mercado financiero. Para comprender esto, basta remontarnos al origen del Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL). En 1997, el Vicepresidente de los EEUU, Al Gore (quien estableció el MDL), planteó que si el comercio de carbono era parte central del Protocolo de Kyoto, entonces, su país apoyaría dicho Protocolo. El comercio de carbono formó y forma parte del Protocolo de Kyoto (a través de MDL), pero EEUU jamás ratificó dicho convenio que obliga reducción del 5% de emisiones de GEI. Lo que EEUU hizo con los MDL, en 1997, para incorporar el activo tóxico de carbono en el mercado; ahora, países como China, Japón, el propio EEUU y UE acaban de hacer con los programas de REED para oxigenar sus deficitarias finanzas privatizando los bosques del planeta. Dicen que al próximo año en Durban (Sudáfrica) asumirán compromisos medibles y obligatorios para reducir sus emisiones de GEI. ¿Quién y qué nos asegura que lo harán? El problema del calentamiento global no es asunto de bosques, sino del descomunal despilfarro de los hidrocarburos. Pero, sin los hidrocarburos no es viable la “civilización” del capitalismo actual.
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En el tramposo acuerdo de Cancún también se incorporó la llamada “Transferencia de tecnologías para energía renovable e inversión en los bosques”. Ello supone despejar aún más la vía para la privatización de más ríos y otros cuerpos de agua. Cabe recordar que los comandos privados de energías renovables tienen un triste historial en nuestro continente y en todo el mundo en donde han servido para incrementar la expulsión y la extinción de pueblos indígenas y campesinos que a lo largo de siglos cohabitaron y cuidaron numerosas cuencas hídricas.
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Nos pronunciamos a favor de las energías renovables que operan fuera de los esquemas tecnológicos dominantes del capitalismo, con la participación y el beneficio directo de los pueblos.
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Como vemos, las decisiones tomadas en Cancún terminan apuntalando al capitalismo para seguir perpetuándose como sistema de dominación. El carácter insustancial del acuerdo que denunciamos contrasta con la claridad de la declaración final del “Foro por la Justicia Climática” organizado por movimientos y organizaciones sociales. En ella se demanda “una transición justa a un cambio profundo del modelo de producción y consumo” y se revindican medidas como: compromisos de reducciones obligatorias de emisiones de gases de efecto invernadero para estabilizar el aumento global de la temperatura en un máximo de 1.5°C; reparaciones y compensaciones de la deuda y los crímenes climáticos cometidos en los países del Sur; y el fin de las falsas soluciones tecnocráticas basadas en la economía de mercado, como los mercados de carbono, la energía nuclear y los agrocombustibles o el programa REDD.
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A la luz de esta afirmación resulta muy lamentable la posición asumida por la delegación oficial venezolana al plegarse al acuerdo impuesto por los grandes poderes mundiales. Más allá de las declaraciones acomodaticias que “reconocen la importancia de las observaciones formuladas por Bolivia” la postura de esa vocería del Estado venezolano, al considerar el acuerdo como un avance importante y firmar, negó las voces, criterios y planteamientos de los pueblos de más de 142 países, que se dieron cita en Cochabamba para luchar contra el cambio climático. Siendo que los movimientos que estuvieron presentes allí venían desde los espacios mas afectados del planeta, se irrespeta con esto la visión de la participación de las bases.
En este sentido hacemos un llamado a los diversos colectivos sociales del país a emplazar críticamente el discurso y la práctica burocrática que desde el Estado se alinean con los intereses del capital transnacional. Igualmente planteamos la necesidad de convocar nuestros mejores esfuerzos para impulsar la lucha por la Justicia Ecológica y Climática en Venezuela y en todo el mundo.
La salvación del clima y de todo el sistema de vida planetario que incluye la vida humana, requiere la puesta en marcha de políticas participativas vigorosas y audaces capaces de confrontar eficazmente la hegemonia del beneficio a corto plazo, el tacticismo electoral permanente y la política gestionaria tradicional, dejando a un lado las falacias del “capitalismo verde” y el maquillaje “ecológico” de la política social liberal. Para ello debemos trabajar orientados por la lógica alternativa del largo plazo que se inscribe en la defensa de la humanidad, la vida y la coevolución de la sociedad con la naturaleza. El cambio climático nos obliga aún más a unir el combate por el equilibrio ecológico, la libertad y la justicia social.
En nuestro país el dominio inmediatista del desarrollismo antiecológico contradice constantemente la retórica a favor de un orden socialista de nuevo tipo, vale decir de una sociedad socialmente emancipada en necesaria relación de cooperación y reciprocidad con el mundo natural. El reforzamiento del modelo extractivista, la promoción de la peligrosa energía nuclear, la explotación transnacional de la Faja del Orinoco, la coerción ejercida por intereses carboníferos y latifundistas en la Sierra de Perijá en contra del pueblo Yukpa, la socialización de agrotóxicos (en otras palabras, la democratización del veneno en el seno de la población campesina) que plantea la chucuta nacionalización de Agroisleña y el reciente anuncio de la subida de la Cota del Waraira Repano para la construcción masiva de viviendas son claros indicadores de un derrotero equivocado.
La situación de los más de 130.000 compatriotas convertidos en desplazados ambientales por la contingencia climática del final de 2010 y los muchos más que existen en el resto del planeta nos convoca a impulsar iniciativas que rescaten el espíritu de Cochabamba reconociendo, entre otros, los derechos de la Madre Tierra, la soberanía agroalimentaria basada en la agricultura indocampesina y la agroecología, la necesidad de reconstitución de las cosmovisiones de nuestros pueblos originarios, la soberanía energética fundamentada en la combinación diversa y equilibrada de fuentes alternas, la reformulación de la ocupación socioterritorial teniendo como basamento la perspectiva ecorregional, el manejo y administración sociocomunitaria de los bosques y las fuentes de agua, y el cambio radical en los estilos de vida y en las relaciones ecosociales de nuestros pueblos y comunidades.
Rechacemos los propósitos conformistas del orden dominante que nos obligan a “mitigar” y “adaptarnos” al cambio climático. Trabajemos de manera articulada para lograr la realización de un referéndum nacional y otro mundial para decidir las políticas y acciones destinadas a detener la crisis climática. Exijamos el pago de la deuda ecológica que tienen las élites económicamente y políticamente poderosas con la gran mayoría de los habitantes de la Tierra y la deuda que tienen las generaciones actuales con las futuras. Y, en una escala más abarcante, asumamos también la deuda que tiene la humanidad con otras formas de vida. Fortalezcamos en el 2011 la lucha por la revolución ecológica y social.
En Caracas, a los 2 días del mes de enero de 20111
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Colectivo Agroecológico “Tierra y Libertad”
Centro Ecológico Social “Bolívar en Martí”
Colectivo Urimare
Colectiva India
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