Entre las actividades humanas que causan perturbaciones a la biosfera, la agricultura es una de las mas importantes (Altieri, 2008). Sin embargo, irremediablemente dependemos de esta actividad para nuestra supervivencia. Este hecho plantea grandes conflictos en lo que se refiere al impacto de nuestra civilización sobre el planeta y pone de manifiesto la necesidad de encontrar modelos de producción agrícola que atenúen esta problemática.
La actual crisis agrícola tiene implicaciones particularmente graves en los países de bajos ingresos. El último informe Perspectivas Alimentarias de la FAO (2008), muestra que el costo total de las importaciones de alimentos en estos países puede alcanzar los 169.000 millones de dólares en 2008, lo que representa un 40 por ciento más que en el 2007.
Esta crisis demuestra elocuentemente que la agricultura se encuentra en una encrucijada (Vía Campesina, 2008). Esta situación impone fuertes exigencias sobre las 1,500 millones de hectáreas cultivadas (Altieri, 2008). Resulta alarmante que las soluciones preponderantemente planteadas a esta coyuntura sean la intensificación de los sistemas de producción (Grain, 2006), la expansión de la frontera agrícola (Giardini, 2006) y la recuperación de tierras en descanso (Millar, 2008). Todas estas alternativas involucran mayores perturbaciones ecológicas y no son sostenibles.
El incrementar las perturbaciones a la naturaleza, como solución a los problemas agrícolas, ha sido el enfoque imperante durante 300 años. Esto queda elocuentemente demostrado en el video sobre la expansión de la frontera agrícola realizado por el Centro para la Sostenibilidad y Ambiente Global (siglas en ingles: SAGE) de la Universidad de Wisconsin-Madison.
Estas presiones, prolongadas durante tanto tiempo, han socavado la capacidad de la naturaleza (nuestro único sistema de soporte de vida) para suplir las demandas de la humanidad en cuanto a alimentos, fibras y energía (Altieri, 2008). En el estado actual de la coyuntura, es imprescindible sopesar las necesidades de producción de alimentos, con los perjuicios que la actividad agrícola industrial impone sobre los servicios ecológicos que nos ofrece la biosfera (ciclos de agua y nutrientes, regulación del clima, secuestro de CO2, etc.). Es importante recordar que la agricultura industrial contribuye hoy con más de 1/3 de las emisiones globales de gases de invernadero (Altieri, 2008). En particular, este tipo de agricultura es responsable del 25% de las emisiones del dióxido de carbono del mundo, del 60% de las emisiones de gas metano y del 80% de óxido nitroso (Goldsmith, 2004).
Existen otras alternativas a este sombrío panorama. Contrariamente a la idea imperante en las ciencias agrícolas, la agricultura de pequeña escala y de alta biodiversidad puede suplir de mayores cantidades de alimentos que la agricultura industrial (Rosset, 2000). Este es un hecho que ha sido comprobado en múltiples trabajos de investigación (ver: Altieri, 1999; Clark et al., 1999; Bunch, 1999; Rosset, 1999; Pretty y Hine, 2001, Badgley et al., 2007). Para apreciar esta realidad solo hace falta observar la Figura 1 (tomada de Rosset, 1999), en donde se muestra como disminuye la producción a medida que aumenta el tamaño del predio en 15 países diferentes.
Figura 1: Producción total por unidad de área versus el tamaño total del predio agrícola en 15 países (Tomado de Rosset, 1999).
Es de resaltar que para producir una tonelada de cereales o vegetales utilizando agricultura industrial, se requiere de 6 a 10 veces más energía que la requerida empleando métodos agrícolas sustentables (Goldsmith, 2004). Esta diferencia se debe a que los componentes más demandantes de energía en la agricultura son: la producción de fertilizantes nitrogenados, la maquinaria agrícola y la irrigación con bombas. Estos en total representan más del 90% de la energía usada directa o indirectamente en la agricultura industrial y todos son esenciales para este modelo agrícola (Goldsmith, 2004), pero no lo son en la agricultura sustentable (Gliessman, 1998; Altieri y Nicholls, 2000).
Tal vez para lograr una solución sostenible a la problemática agrícola, solo se necesite de un cambio de paradigma: cambiar el modelo de producción agrícola industrial, por el modelo sustentable planteado por la Agroecología. La Agroecología es la ciencia consistente en la aplicación de los conceptos y principios de la ecología al diseño, desarrollo y gestión de sistemas agrícolas sustentables (Gliessman, 1998). Esto con el objetivo de conseguir una agricultura socialmente justa, culturalmente aceptable, económicamente viable y ambientalmente sana (SOCLA, 2007).
Una característica central de la Agroecología (que la distingue de la agricultura industrial), es que su práctica se fundamenta en la interpretación de un conjunto de principios. Estos principios representan el verdadero corazón de esta ciencia.
Por su parte, la agricultura industrial fundamenta su práctica en la aplicación de un conjunto amplio de técnicas no sustentables. Donde la aplicación de estas técnicas no responde a la interpretación de principio alguno. Esta es la razón por la que se suele decir (en ánimo de broma), que la diferencia entre la agricultura industrial y la Agroecología, es que la primera no tiene principios mientras que la segunda sí.
De esta manera, nos damos cuenta que la Agroecología representa un acercamiento radicalmente diferente a la agricultura, que intenta disminuir en vez de aumentar las perturbaciones a la naturaleza. Es un enfoque que centra sus esfuerzos en reducir la artificialidad del agroecosistema y representa una alternativa científica real a los sistemas agrícolas industriales.
Finalmente, la transformación agrícola planteada por la Agroecología, se enmarca dentro de la tesis que postula que nuestras sociedades deben experimentar un cambio de escala, para alcanzar el objetivo de la sustentabilidad. Tesis que fue planteada en 1973 por Ernst Friedrich Schumacher en su importante libro Lo Pequeño es Hermoso. Libro donde se predice que:
“...la sociedad industrial es fundamentalmente inestable y está sujeta al retorno a una existencia agraria…”
Bibliografía:
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Badgley, C., J. Moghtader, E. Quintero, E. Zakem, M. J. Chappell, K. Avilés-Vázquez, A. Samulon, and I. Perfecto. 2007. Organic agriculture and the global food supply. Renewable Agriculture and Food Systems , 22: 86-108 Cambridge University Press.
Bunch, R. 1999. More productivity with fewer external inputs: Central American case studies of agroecological development and their broader implications. Environment Development and Sustainability 1:219–233.
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Clark, S. K. Klonsky, P. Livingston, and S. Temple. 1999. Crop yield and economic comparisons of organic, low-input, and conventional farming systems in California’s Sacramento Valley. American Journal of Alternative Agriculture 14:109–121.
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Giardini, H. L. 2006. Arrasando la Amazonia en nombre del progreso (de las multinacionales). http://www.ecoportal.net/layout/set/print/content/view/full/60506/(printversion)/1
Gliessman, S. 1998. Agroecology: Ecological Processes in Sustainable Agriculture. Sleeping Bear/ Ann Arbor Press. http://www.agroecology.org/index_sp.html
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