miércoles, 29 de enero de 2020


 
Juan de Cárdenas  (circa 1628)


Quien oyere, decir por cosa cierta y averiguada que Ia piedra del águila atada al muslo llama y arranca tan de veras Ia criatura del vientre que hace salir Ia matriz de su Iugar afuera, y quien a sí mismo oyera decir que el carbunco en media de las tinieblas da lumbre y resplandor; que Ia aguja de marear, ella de su propia virtud, se endereza y mira al norte; que Ia yerba llamada de los judíos baaras lanzaba los demonios, y que el hombre o animal que Ia arrancaba primero al punta moría; pues quien discurriendo par otras cosas supiese y entendiese como el animal llamado hiena, con sólo su nombre, adormece a todos los demás animales, y el pescadillo llamado rémora, con sólo arrimarse a un navío llendo a Ia vela, lo detiene, sin dejarlo mover un punto; Ia tremielga (torpedo) que con solo tacar el anzuelo o sedal del pescador, totalmente lo vuelve atónito y sin sentido; Ia celidonia, que restaura Ia vista a los golondrinillos ciegos; Ia peonía, que sana y preserva las criaturas de gota coral; las almendras amargas, que quitan Ia embriaguez y que el cuerno del unicornio, puesto delante de cualquier veneno, suda y otras mil extrañas propiedades, que por no ser enfadoso dejo de decir; quien, como digo, oye y oyendo tiene por cierto ser así estas extrañas propiedades, que los antiguos autores nos escriben de muchas casas, no comprendo como dejar de dar crédito a las maravillosas y ocultos secretos, que con tanto testimonio de verdad y aun dando razón bastante de todo podemos escribir de este Nuevo Mundo de las lndias; todo lo cual si por ventura no se sabe ni de ello se tiene noticia, es por falta, según entiendo, de escritores que saquen y desentierren del abismo del olvido tan peregrinos y excelentes efectos como todas estas occidentales provincias en si contienen y encierran; y le vuelvo a decir que se puede con justa razón lamentar toda esta indiana tierra de que, sobrándole materia y copia de extrañas y excelentes grandezas, les falta quien las predique y saque a Ia luz, de que no tendrá Asia, África y Europa que quejarse, pues tiene y ha tenido mas escritores que de ellas escriban que cosas poderse escribir. ¿Que pudo decir ni encarecer Plinio del cocodrilo que no escriba el filosofo indiana del caimán de estas tierras? Pues cotejadas sus propiedades con las del cocodrilo, son las del caimán muy notables y excelentes. ¿Que se cuentan del elefante que no haya mucho mas en el rinoceronte de Ia India Oriental? ¿Que dijo Avicena de las tortugas que no exista mucho mas en nuestras indianas icoteas, pues hay algunas en cuya concha suelen caber seis hombres? ¿Que se pudo decir del víbaro o castóreo que no cuentan los peruleros de Ia cervicabra o de las vicunas? ¿Que escriben los autores del lagarto que no digamos en las lndias de las iguanas? ¿Que escribió Dioscórides del erizo que no se oscurezca con las propiedades del armadillo de Ia Nueva España? ¿Que se cuenta de Ia raposa o comadreja que iguale a las calidades del tlacuazi (Zarigüeya), a quien Ia naturaleza por sellar de su mana, dio y formo por Ia parte de afuera, en media del vientre, un seno o balsa, donde trayendo sus hijos encerrados, puede correr y saltar por doquiera y andar todos ellos mamando? Pues sí en el mundo hubo sierpes y culebras ¿donde las pudo haber mayores que en esta tierra de las Indias? Pues yerbas, frutas, pescados y animales ¿qué lbros serian bastantes para ponerlo todo en suma? He dicho todo esto y usado de este preámbulo para que con razón se entienda Ia lastima de esta tierra, pues a ella solo le faltaron escritores que ilustraran y engrandecieran sus casas.

Horacio Jorge Becco, José Ramón Medina. 1992. Historia real y fantástica del Nuevo Mundo. Fundación Biblioteca Ayacucho.


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