jueves, 3 de agosto de 2017

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Oh, sal ya, hijo mío, sal, sal, sal entre mis piernas ... sal, hijo de la traición ... sal, hijo de puta, ... sal, hijo de la chingada ... adorado hijo mío, sal ya... cae sobre la tierra que ya no es mía ni de tu padre, sino tuya ... sal, hijo de las dos sangres enemigas ... sal, mi hijo, a recobrar tu tierra maldita, fundada sobre el crimen permanente y los sueños fugitivos ... ve si puedes recuperar tu tierra y tus sueños, hijo mío, blanco y moreno, ve si puedes lavar toda la sangre de las pirámides y de las espadas y de las cruces manchadas que son como los terribles y ávidos dedos de tu tierra ... sal a tu tierra, hijo de la madrugada, sal lleno de rencor y miedo, sal lleno de burla. y engaño y falsa sumisión ... sal, mi hijo, sal a odiar a tu padre y a insultar a tu madre ... habla quedo, hijo mío, como conviene a un esclavo; inclínate, sirve, padece y ármate de un secreto odio para el día de tu venganza; entonces, sal de la entraña de la miserable y opulenta tierra que heredaste, como ahora sales de mi vientre, y habla fuerte, pisa fuerte el suelo de plata y polvo, canta, cabalga, hijo mío, en los corceles de tu padre; quema las casas de tu padre como él quemó las de tus abuelos, clava a tu padre contra los muros de México como él clavó a su dios contra la cruz, mata a tu padre con sus propias armas; mata, mata, mata, hijo de puta, para que no te vuelvan a matar a ti; hay demasiados hombres blancos en el mundo, y todos quieren lo mismo; la sangre, el trabajo y el culo de los hombres oscurecidos por el sol; vendrá oleada tras oleada de hombres blancos a adueñarse de nuestra tierra; contra todos deberás luchar y tu lucha será triste porque pelearás contra una parte de tu propia sangre. Tu padre nunca te reconocerá, hijito prieto; nunca verá en ti a su vástago, sino a su esclavo; tu tendrás que hacerte reconocer en la orfandad, sin más apoyo que las manos de espina de tu chingada madre. Emborráchate, hijo de la tristeza, fornica, canta, baila, vístete con los colores de la tierra, huerfanito hijo de la tierra, para que la tierra resucite en el barro de tu cuerpo hambriento: haz de nuestra tierra una gran fiesta secreta, subterránea, invisible ... una fiesta: no tendrás otra comunión en tu soledad, ni otra riqueza en tu miseria, ni otra voz en tu silencio, que las de las grandes fiestas de la muerte y el sueño, de la insurrección y del amor; sueño, amor, insurrección y muerte serán todo lo mismo para ti: la fiesta delirante en la que te rebelarás para amar y amarás para soñar y soñarás para morir; embárrate bien de tierra el cuerpo, hijo mío, hasta que la tierra sea tu máscara y los señores no puedan distinguir, detrás de ella, ni tus sueños, ni tu amor, ni tu rebelión, ni tu muerte; cúbrete de polvo, mi hijo, para que aun muerto parezca que sigues vivo y te teman, pícaro, ratero, borracho, estuprador, rebelde armado de cohetes y navajas y aullidos y colores, amenazante hasta en tu sometimiento terco y mudo; sabrás esperar, esperar, esperar como nuestros ancestros esperaron la llegada del dios QuetzalcóatI, el dios que huyó espantado de su propio rostro para que tu propio rostro espantable, hijo mío, apareciese con los rasgos de la niebla y el jade, con la máscara del polvo y del llanto; algún día, hijo mío, tu espera será recompensada y el dios del bien y la felicidad reaparecerá detrás de una iglesia o de una pirámide en el espejismo de la vasta meseta mexicana; pero sólo reaparecerá si desde ahora te preparas para reencarnado tú, tú mismo, mi hijito de la chingada; tú deberás ser la serpiente emplumada, la tierra con alas, el ave de barro, el cabrón y encabronado hijo de México y España; tú eres mi única herencia, la herencia de Malintzin, la diosa, de Marina, la puta, de Malinche, la madre ...
 
Todos los gatos son pardos – Carlos Fuentes

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