martes, 21 de febrero de 2012

A propósito del ecocidio petrolero ocurrido en El Guarapiche, Estado Monagas


Como consecuencia de una falla ocurrida en un oleoducto de la planta de extracción de Jusepín en el estado Monagas, el pasado 4 de febrero se produjo un derrame de crudo en el río Guarapiche del cual se surte la planta de tratamiento de aguas del acueducto de Maturín, y otras poblaciones aledañas. Algunas estimaciones ubican entre 45.000 y 120.000 barriles la cantidad de petróleo vertido en las aguas del río, y en 75 kilómetros el trayecto recorrido por la mancha negra conformada por el hidrocarburo derramado. La contaminación generada en el accidente condujo a la suspensión del servicio de agua a más de las dos terceras partes de la población de Maturín durante varios días y ha impactado severamente la biodiversidad acuática local, afectando ecosistemas muy sensibles como los manglares que se extienden en las riberas de los caños Cuatro Bocas, Colorado y Francés. En este sentido algunos expertos ya hablan de daños irreversibles.

El desastre ha causado también importantes pérdidas materiales, entre las que se cuentan graves perturbaciones a la economía de los pescadores y agricultores de la zona. Ante este triste episodio que se suma a la larga lista de desmanes cometidos por el desarrollismo petrolero en nuestro país, resulta imperativo preguntarse si este ecocidio prefigura lo que le ocurrirá a la Faja del Orinoco en una escala mucho mayor en los próximos años. ¿Se convertirá está extensa y frágil porción del territorio venezolano en una nueva macro cloaca petrolera, tal y como ha sucedido con el lago de Maracaibo? Con toda seguridad, de mantenerse los planes que buscan proyectar a nuestro país como una “potencia energética mundial” en las próximas décadas (PDVSA ha anunciado su firme intención de llevar la producción de la faja a cuatro millones de barriles en 2014 y a seis millones en el 2021), la destrucción que se desencadenará en la zona será de proporciones gigantescas y acarreará terribles consecuencias socioambientales que impactarán de manera dramática la salud y las condiciones de vida de la población asentada en ese territorio e incrementarán de manera notable la nefasta deuda ecológica acumulada en Venezuela por las transnacionales petromineras y la propia industria petrolera nacionalizada.

Ciertamente no podemos pretender desmontar de un día para otro la pesada herencia monoproductora, petroadicta, parasitaria y profundamente depredadora que marcan al Estado y la sociedad venezolana contemporánea. Dicha tarea resulta compleja y delicada pero al mismo tiempo imprescindible en el contexto de la crisis civilizatoria que estremece al mundo en la actualidad. El “derecho al desarrollo” y la construcción del “socialismo del siglo XXI” no deben esgrimirse como banderas que separan lo ecológico de lo social, sirviendo de coartada a un perverso y decadente sistema de acumulación que se resiste ferozmente a su desaparición.

Para nadie es un secreto el papel que desempeñan las emisiones resultantes de la combustión masiva de hidrocarburos en el proceso de calentamiento global actualmente en curso; hace algunos años Francisco Mieres nos alertaba sobre la corresponsabilidad de los países exportadores de petróleo en esta materia. El cambio climático es ya un hecho incuestionable que, a la vuelta de la esquina, plantea enormes peligros a la humanidad y al conjunto de la vida en el planeta. La matriz energética que se deriva de la explotación y consumo en gran escala de hidrocarburos ya no da para más, la sociedad petrolera es insustentable y los intentos por perpetuarla nos acercan cada vez más al abismo.

Urge diseñar colectivamente escenarios post-petroleros que garanticen la viabilidad de verdaderos proyectos de emancipación integral, capaces de enfrentar de manera creativa, eficaz y simultánea las trampas de la llamada “razón de Estado” y la lógica de reproducción del capitalismo transnacional neoliberal. En este sentido hacemos un llamado a las organizaciones y movimientos sociales, a los sectores verdaderamente revolucionarios que forman parte de la alianza de gobierno y al pueblo en general, a conformar la necesaria articulación democrática de múltiples actores y esfuerzos para dar impulso a un proceso de reflexión crítica en torno al balance del modelo extractivista-rentista y las alternativas societales para trascenderlo.

¡Alto al ecocidio en el Guarapiche!
¡Salvemos la Orinoquia!
¡Luchemos juntos por la creación de estilos de vida basados en la diversidad, el equilibrio ecosocial y el respeto por la vida en todas sus manifestaciones!

Colectivo Agroecológico Tierra y Libertad
Colectivo Urimare
Colectivo India
Centro Ecológico Social Bolívar en Martí

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